Entre generales y magistrados corre la miseria

Un buen ejemplo de la situación humana y política de Latinoamérica es el drama que se desarrolla en dos países gemelos siameses, Venezuela y Colombia.

Aquel se disuelve como nación por unas fuerzas armadas que sostienen y apadrinan la pesadilla de una secta política ladrona, con un rey muy gordo sobre un pueblo famélico. Este, amenaza fragmentarse como país por efectos de una ilegítima justicia al servicio de la banda de las FARC, es decir, del crimen organizado transnacional disfrazado de marxismo-leninismo.

Alamares y togas

Generales y magistrados son los máximos responsables de que los venezolanos deambulen muertos de hambre por calles y carreteras de Latinoamérica y de que en Colombia crezca la violencia. La fuerza de la sinrazón y la sinrazón sin fuerza están conduciendo a pasiones desbordadas, pues cuando las jerarquías morales dimiten, los apetitos mandan y hacia allá nos dirigen los jueces que desestabilizan a Colombia y los militares que escombran a Venezuela.

Por el siglo IV antes de Cristo, en el campo de batalla los jefes de los ejércitos salían al frente y a grito heridos insultaban con los peores epítetos posible a sus rivales, calentando los ánimos para el combate. En ese remoto escenario está el Sr. Padrino, que no representa a un profesional oficial de Estado Mayor, sino a un politiquero barato disfrazado de soldado, resultado de la alienación militar cubana a un Ejército otrora “forjador de libertades”. Antecedido de una andanada de denuestos verbales de Maduro contra Duque, Padrino ultrajó puño al aire al mismo Duque y pocas horas después fue seguido por el narcoterrorista fariano alias Santrich, quien públicamente, desde territorio venezolano, sentenció a muerte al presidente colombiano. Pareciera una estrategia para provocar alguna reacción que genere un incidente mayor. Solo falta el atentado anunciado por el embajador de Cuba en Bogotá.

En Colombia, “magistrados” alfiles del comunismo, sustentados en los decires de ONG declaradas enemigas de los militares, intentan resquebrajar a punta de sentencias el ánimo de las FFMM, el único dique que ha contenido la histórica violencia del país. La tal JEP, diseñada por el secretario del partido comunista español para lavarle la cara los criminales de lesa humanidad de las FARC, en un grotesco auto de prestidigitación jurídica, sacó de su cubilete un asombroso relatorio de 6.000 y más víctimas de ejecuciones extrajudiciales, tratando de convertir al Ejército en lo que previamente un desafortunado fiscal intentó infructuosamente: en una estructura criminal al servicio de un Estado burgués. Lo irónico es que son esos “criminales” militares y policías quienes les protegen sus vidas y quienes deben ejecutar sus autos, cuyo cumplimiento ya muchas comunidades impiden abiertamente. La desobediencia civil, que los mamertos se engañan creyéndola “resistencia”, está germinando en caos.

Tejiendo una complicada trama

Padrino habla del “Estado de Bienestar construido en revolución”, negándose a ver el hambre que campea en el país y el presidente de la JEP habla de miles de “falsos positivos”, tratando de empalidecer la culpabilidad de los verdaderos asesinos causantes del desastre, ahora congresistas y protegidos por los mismos cubanos que idiotizaron a los soldados venezolanos.

Los soldados y “soldadas” de “Madrino”, de los cuales hay varios cientos buscando alimentación y refugio en Colombia, siguen hambreados bajo un mando fachoso, mientras los soldados neogranadinos continúan sosteniendo una desajustada democracia en medio del viboral narcotraficante del castro-chavismo.

Sin ciencia, sin tecnología, con una brecha digital insalvable, cooptada por el crimen organizado transnacional, Latinoamérica involuciona, agravada por la pandemia, hacia un continente pauperizado a pesar de sus inmensas riquezas explotadas por Europa, Estados Unidos y ahora por el partido comunista chino. Triste destino de quienes no hemos sabido elegir nuestros dirigentes y administradores y de quienes vendimos el buen vivir por un cuento importado de la Europa colonial, además mal contado. En medio de la desazón y la ira que se avizoran, volveremos, venezolanos y colombianos, los ojos hacia atrás y veremos a los verdaderos “máximos irresponsables” de nuestra situación. En Venezuela, generales. En Colombia, magistrados.

Para la tarea de arreglar este entuerto, algunos sesenteros de mi generación siguen buscando al hombre providencial: otro Chávez, otro Pinochet; los menos “maduros” insisten en ensamblar experimentos políticos fallidos y los jóvenes, maleducados en Historia, racionalidad crítica y lógica, obnubilados por efímeros videos de redes sociales, encantados por frases simplificadoras, buscan en el entretenimiento alivio a las angustias del momento. Siguiendo el mito del realismo mágico garciamarquiano, nuestros descendientes ya están naciendo con cola de marrano.

John Marulanda.

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